Blog de Carlos Alonso

Bruselas

Bruselas es como una torre de babel a nivel del suelo. Una capital de intereses, de lobbystas, de funcionarios de todas las nacionalidades, de personas de todos los sitios que se mueven entre las estructuras creadas por las diferentes instituciones de la Unión Europea

Viví unos años, con mi familia en esa coqueta y verde ciudad, en esa ciudad gris en la que los días de verano se pueden contar con los dedos de una mano. En la capital de Brel y de Magritte, en la capital donde conviven los restos del pasado colonial belga, para olvidar, y el presente mestizo que se respira fuertemente en muchos de sus barrios. En la capital del art déco pero también en la ciudad más kitsch.  En la capital en la que se asoma la pujanza flamenca sobre la languidez valona. En la capital metropolitana y también pueblerina y en donde el contraste se hace carácter

Viví en la capital en donde se cuidaban y alimentaban los mejores valores de la mejor de las sociedades, la europea.

El martes, cuando como todos ustedes pude ver en la televisión la explosión de las bombas en el aeropuerto de Zaventem y en la estación de metro de Maalbeek, cercana a la oficina de Canarias en Bruselas, sentí que se me encogía el estómago. No solo de miedo, aunque a todos nos aterre que una bomba pueda llevarse por delante a nuestras familias. Pero más que miedo lo que sentí fue vértigo. La sensación de que todo lo que estamos haciendo está en peligro si no somos capaces de defenderlo con uñas y dientes.

Hemos construido un sistema que tiene muchos fallos. Muchos. Pero es un sistema que ofrece. Sanidad gratuita para todo el mundo sea cual sea su nivel de renta. Que garantiza que ningún niño se quede sin escolarizar. Hemos creado un sistema que paga un salario a los que están parados, que crea líneas de ayuda para las familias sin ingresos y destina recursos a la asistencia social de los más desfavorecidos. Hemos creado unas sociedades en las que vivimos en paz y a las que acuden por miles personas de todas partes del mundo que vienen huyendo de la guerra y del terror.

Quienes colocan bombas en nuestros aeropuertos no sólo quieren matarnos. Quieren acabar con nuestro mundo. Porque somos un insulto para ellos. Somos la prueba de que lo que predican esos extremismos radicales, que sólo han conseguido construir sociedades medievales, es falso. Hay naciones que podrían ser inmensamente ricas, pero cuyos pueblos viven en la más absoluta de las pobrezas. Para todos ellos, la manera de vivir de los europeos, la existencia de una sociedad de iguales, de ciudadanos que prosperan en mercados libres y en desarrollo creciente, es una herejía que debe exterminarse a toda costa.

Es verdad que en la historia del mundo unos países y otros han estado involucrados en guerras y enfrentamientos. Que a veces la suerte de unos ha sido la mala suerte de otros. Pero casi todos nos hacemos dueños de nuestro propio destino. Europa ha sido escenario de dos grandes guerras entre países hermanos y hemos sabido superarlas. Hemos construido una gran unión que algunos  quieren demoler desde fuera y desde dentro. Pero no podrán.

Quienes hemos tenido la suerte de vivir en el corazón de Europa, en la sede de la Unión Europea, hemos descubierto que todos los europeos somos miembros de una misma gran familia. Aunque tengamos lenguas distintas compartimos las mismas raícesNos une una cultura y una historia común. Y sobre todo nos une el presente y el futuro. Somos más fuertes unidos. Somos un gran mercado y una gran unión de pueblos. La libertad funciona mejor que las fronteras.

Para los europeos que vivimos a tantos miles de kilómetros de distancia, parece que estas cosas nos quedan lejos. Es falso. No se lo crean. Bruselas es también la capital de los canarios. La sede de las instituciones en donde defendimos el plátano, las ayudas al sector industrial o a las importaciones esenciales. Cualquier lugar de la Europa unida es parte nuestra. Y el terror puede golpear en cualquier lugar de la Unión. Madrid, Londres, París, Bruselas….

Las explosiones en Bruselas han matado y herido a personas y han desgarrado la vida de muchas familias. Sólo nos queda apretar los dientes y seguir. Ese es el destino de las democracias. Es uno de los precios de vivir en libertad. No pueden hacer que cambiemos ni nuestra manera de pensar ni nuestra forma de vivir. Porque esa sería su primera victoria. En vez de menos Europa, más. En vez de división, más unión. Porque sólo con una Europolicía potente, con un gran servicio de inteligencia verdaderamente europeo, podremos prevenir el terror.

Después del miedo, del vértigo y de la rabia, he sentido orgullo. Orgullo de ser europeo. De la humanidad con la que reaccionamos ante la bárbara ofensa de los atentados. Me siento orgulloso de ser europeo y de pertenecer a este gran pueblo de ciudadanos libres, iguales y solidarios.

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