Blog de Carlos Alonso

Mujeres que cambiarán el mundo

Hace unos años una mujer que asistía a una reunión que organizaba Radio ECCA me dijo que si queríamos tener un mundo mejor tendríamos que educar a mejores personas. Este es un mundo contradictorio y les confieso que la perspectiva que uno divisa no siempre es todo lo positiva que uno quisiera. Y eso es particularmente cierto en el mundo de la igualdad entre hombres y mujeres.

El ocho de marzo de 1857 un colectivo de mujeres costureras de Nueva York salió a las calles para reivindicar derechos laborales. Algunas fuentes consideran que ese es el origen o la razón por la que la causa del feminismo ha elegido ese día como símbolo de su lucha. Sea como fuere, el pasado viernes cientos de miles de mujeres demostraron, en las calles de las ciudades de todo el mundo, que las cosas están cambiando.

Pero no a la velocidad que quisiéramos. Desde el año 2003 hasta hoy han muerto 985 mujeres a causa de la violencia machista -una cifra  que desgraciadamente hay que revisar cada semana– tantas como causó la violencia terrorista vasca. Y las diferencias salariales entre hombres y mujeres, eso que se ha dado en llamar “brecha salarial”, siguen castigando al colectivo femenino que reclama un derecho básico: a igual trabajo, igual salario. Son solamente dos aspectos que demuestran que en esta sociedad sigue existiendo lacras que parecen imposibles de erradicar.

Pero contra el pesimismo de la realidad que deseamos transformar debemos anteponer el optimismo para percibir lo que se ha logrado. Los últimos años han sido escenario de un mayor protagonismo de las mujeres en el conjunto de las preocupaciones de la vida política. Se ha legislado para salvar sus vidas, para facilitar el acceso a la protección jurídica ante las amenazas machistas, para reconocer el papel de las mujeres que se vieron privadas del derecho al trabajo y no pueden tener hoy una pensión digna. Se han destinado recursos –probablemente menos de los realmente necesarios– a crear o reforzar nuevos departamentos capaces de entender y atender a las víctimas de violencia de género. Se han puesto en marcha planes de empleo específicamente destinados a insertar laboralmente a una población femenina más castigada por el paro que los hombres. Y se han destinado recursos a la formación y cualificación de la fuerza de trabajo femenina.

Se han conseguido cosas. Y se seguirán logrando porque las mujeres que luchan por la igualdad defienden un mundo mejor para todos. Es una causa que merece la pena apoyar. No hay que caer en la trampa de las minorías que de un lado o del otro intentan radicalizar o enfrentar pintando colores políticos sobre lo que sólo tiene un color: el morado. El color de las mujeres que luchan por su igualdad. Mujeres de izquierdas o derechas, mujeres jóvenes o mayores, unidas en una causa que es de todos y todas y a la que debemos unirnos sin fisuras.

La lucha del feminismo comenzó ya hace muchos años, aunque sea ahora cuando se percibe mayores resultados de la senda que abrieron las pioneras que lucharon por el divorcio, por la incorporación de las mujeres a la política o por el reconocimiento de sus derechos como ciudadanas libres e iguales. Fue en un tiempo donde ser feminista recibía una respuesta de hostilidad y desprecio por parte de una sociedad que se desentendía de las mujeres.

El tiempo ha demostrado que allí donde existen criterios imparciales de mérito y capacidad, las mujeres han aumentado su presencia. Es el caso de las administraciones públicas donde el número de funcionarias y empleadas, que acceden a través de pruebas objetivas, no ha hecho más que crecer. El mundo privado marcha con retraso y sigue manteniendo diferencias retributivas y de responsabilidad que discriminan a las mujeres frente a los hombres. Saber que la brecha salarial se va acortando no es un consuelo. Pero es un hecho que la marcha hacia la igualdad laboral y salarial es imparable.

El tiempo ha demostrado que allí donde existen criterios imparciales de mérito y capacidad, las mujeres han aumentado su presencia.

Las administraciones públicas han sido la punta de lanza en esa transformación hacia un mundo más justo. Las que han dado el primer ejemplo y han ofrecido el mejor compromiso. Los criterios sociales pasarán a ser parte determinante en las relaciones entre lo público y lo privado, penalizando como es de justicia aquellas empresas que quieran trabajar para el sector público o acceder a líneas de ayuda, si no cumplen con los principios de equidad e igualdad.

La verdadera dimensión del cambio, para quienes aún no se han dado cuenta en su día a día, está en esa movilización que protagonizaron las mujeres esta pasada semana. En la fuerza incontenible de un grito de justicia e igualdad que reivindica valores similares a aquellos de la Revolución Francesa; valores que transformaron el mundo y que volverán a hacerlo. No son las instituciones, las leyes o los políticos los que van a cambiarlo todo. Son las mujeres las que van a cambiar las instituciones, las leyes y los políticos. Son ellas las que van a cambiar el mundo para hacerlo mejor. Y no habrá forma de pararlas, gracias a Dios. Las mujeres que ahora lideran el movimiento feminista tendrán relevo seguro no sólo en las hijas sino también en los chicos a los que tenemos que educar para ese mundo mejor y más igualitario.

 

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